Hace unos días unos apoderados y estudiantes me preguntaban cómo se había creado esta tradición en el colegio y cuál fue su fin. Estaban preocupados por no estar a la altura del evento y hacer algo fuera de lo esperado. Esta preocupación la había escuchado años anteriores. Como no tenía una respuesta cierta me decidí a hurgar y desempolvar las páginas de la historia del Lirima y los más antiguos del colegio. La búsqueda me permitió volver a las raíces y encontrarme con una comunidad que vuelvo elegir.
Según cuenta la leyenda, la tradición de la cena de despedida entre los III° y IV° medios nació hace unos 15 años en un tiempo donde las generaciones compartían más que un simple espacio en el colegio; compartían un profundo respeto y cariño mutuo. Fue una idea que surgió de manera espontánea, como un acto sincero de camaradería. En esos primeros encuentros, la esencia radicaba en la unión, en el deseo genuino de los más jóvenes por rendir homenaje a quienes estaban por emprender un nuevo camino. Unas pastas cocinadas entre todos, una coca y muchas ganas de conversar, reír y pasar los últimos momentos juntos.
Con el paso de los años, la cena ha evolucionado, y aunque el crecimiento y la organización son naturales, es importante recordar el porqué de esta tradición. No se trataba de la ostentación ni de la extravagancia, sino de un momento de conexión humana, donde lo más valioso era el tiempo compartido y las palabras sinceras.
Hoy, más que nunca, es necesario volver a esas raíces. Dejar de lado la sobreproducción, la frivolidad, y redescubrir el verdadero valor de esta celebración. Pensemos en todos esos momentos que disfrutamos juntos: los juegos, la música, los torneos, y, por supuesto, el simple placer de compartir algo sencillo para comer. Que sea un momento para mirarse a los ojos, para agradecer y despedirse con el corazón, recordando siempre que lo que une a estas dos generaciones es algo más grande que lo material: es la amistad, el respeto y el legado que cada uno deja en el otro.
Lirima the place where I want to be.
Con Cariño,
Andrea Andreani